1.10.08

Negro y blanco

Por talante, por necio talante, por edad, mi madre siempre ha dicho "negro y blanco". Una fotografía, asegura, es "negro y blanco". Pamuk, como si fuese occidental, dice "blanco y negro". Y si asumiera que Estambul es negro y blanco, ¿de otro Bósforo nos hablara?

28.9.08

Caique



Así la llama el bueno de García Terrés, en su Reloj de Atenas; como Pamuk, en su Estambul. Ciudad y recuerdos. ¿Se trata de una chalupa?

24.9.08

Aleya: las redundancias

Cuando el reptil muerde su cola, el astro refulge en su brillo y la ansiedad toca, de nuevo, su origen, sucede que el todo deja ser el todo para convertirse en la parte. Más acá del eterno retorno, la redundancia. La aleya (del árabe clásico, al'āyah: DRAE), el versículo, resume su forma en la propia forma; su significado, en su significado, su ulterior sentido, en su mero sentido.

La mariposa es la mariposa, las alas las alas, el aleteo el aleteo. La aleya, la encarnación, la metamorfosis, el vuelo.

7.3.07

Titipuchal

El Using Spanish Synonyms, de Ronald Ernest Batchelor, define titipuchal como “enormous quantity”, en sinonimia con enorme, descomunal, garrafal, desmedido, colosal, monumental, gigantesco. Santamaría (Diccionario de mejicanismos) dice que así se denomina vulgarmente a la multitud, a la muchedumbre o a un conjunto de cosas, generalmente desordenado, y asegura que la forma común “en el interior” es titipuche, palabra que estaría, valga la contradicción, más en orden, en tanto que el sufijo -al, referido a sustantivos, indica abundancia. Engañosamente, titipuchal sería, entonces, una redundancia.

No lo es, no obstante...


28.2.07

Acícula

A primera vista, no se cree que el agudo pino cuente con hojas. No sólo las tiene, sino que su nombre, apropiado por la ciencia médica, es bellísimo: acículas.

Las vi grabadas en uno de los muchos performances de la reciente exposición de Gabriel Orozco en el Palacio de Bellas Artes, en México. El autor dejó una larga mesa, una alargada superficie plana, en un bosque de coníferas. Conforme caían, Orozco las contemplaba, admirado de su correcta, efímera disposición. Cuando decidió —porque hubo una irrepetible decisión—, cuando eligió el momento —porque hubo una elección en un momento paradójica, asombrosamente iluminado—, cubrió ese orden en apariencia aleatorio con una hoja de igual tamaño al de la mesa y, a la manera de los niños que, sin dejar de tener con claridad la figura que ha de surgir rayando una de las caras de la moneda (en México, suele ser la del águila del escudo nacional), Orozco pasó una tiza por encima de la hoja. El resultado (perdón por el atentado de esta palabra) no fue otro que una escritura por completo oriental, zafira, insospechada.

Acícula proviene del latín, y nombra, originariamente —pese a la terminación -ula—, no una pequeña aguja, sino una aguja. Más tarde, ha de ser el “nombre que se le da a las hojas de los pinos y otras coníferas”. Esas hojas, que generalmente en el campo uno ve en conjunto, en un haz, hallan en su agudeza su definición.

Se trata de un extraño diminutivo de acus, aguja para coser, donde la magnitud no corresponde más que a la fineza de la aguja, a cuán afilada o punzante pueda ser. Un diminutivo que engrandece las cualidades del objeto.

No es, creo, una casualidad, que a unos días del regocijo que me causó esa palabra vista en Gabriel Orozco, un vecino, orfebre, preparara ante mis ojos, de una bujía de automóvil, una punta seca —acicular— promisoriamente apta para el grabado.

21.2.07

Cartela

Del latín chartula (Enciclopedia del idioma), “pedazo de papel”.

La pregunta es cómo fue a parar este papel (charte, papel; de donde una hoja de papel tamaño carta, ¿sería un absurdo? ¿Hoja de papel tamaño papel?) disminuido por la terminación -ula, a las inscripciones egipcias, a los mapas y los escudos heráldicos, a los monumentos, a hacerla de cédula en el marco de un cuadro. Este papelito, esencial para la epigrafía, era rectangular u oblongo (The New Webster Encyclopedic of the English Language: “… a group of hieroglyphics in a small oblong area”; Le Petit Robert: “Encadrement elliptique —dans les inscriptions hiéroglyphiques”; Diccionario del español actual, de Manuel Seco: “Placa fijada en la base del marco de un cuadro), y estaba “destinado para escribir o poner alguna cosa en él” [el “pedazo de cartón, madera u otra materia, a modo de tarjeta”: Martín Alonso]. (Según Грамота, cartela es una pequeña hoja de papel opaco; de acuerdo con el Diccionario latino-español de Steinsel, también “tratadito”.)

Aun los mapas de Ptolomeo parecerían estar inscritos en cartelas, a veces de forma trapezoidal, pero desde hace varios siglos las cartelas de los mapas —con listeles, golas, orlas— suelen contener los datos del editor y algunas refrerencias cartográficas útiles para estudiarlos.

De estas definiciones proviene cartouch, o cartouche, cartela, y que, de color amarillo, todos hemos visto, deslumbrantemente vacía, siquiera alguna vez en la vida: es el emblema de National Geographic.

14.2.07

Viajero

Quien la haya leído sabe que la poesía de Goldsmith es portentosa. Según describe Boswell y, por medio de él, el doctor Johnson, su carácter dejaba, no obstante, mucho que desear: envidioso en abundancia, de ira fácil, tremendamente candoroso, irrefrenable hablantín. Pero su genio era indudable, y tenemos muestras de él no sólo en su literatura, que es la mejor de todas cuantas haya, sino también en los trazos que de su persona no escasean en la biografía del doctor Johnson. Dice éste:

Recuerdo que Chamier [...] le preguntó una vez lo que quería decir con slow (lento), la última palabra del primer verso del Viajero:

Remote, unfriended, melancholy, slow.
Remoto, sin amigos, melancólico, lento.
¿Significaba lentitud en los movimientos? Goldsmith, que decía las cosas sin pensarlas, contestó: “Sí”. Yo estaba sentado al lado y dije: “No, señor, usted no quería decir lentitud en los movimientos, sino esa indolencia del espíritu que le sobreviene a un hombre que se halla en soledad.”
Sus pensamientos, según nos queda claro por las constantes referencias a su persona, eran , como su espíritu, tumultuosos. Johnson asegura que a Goldsmith no le costaba trabajo llenar su mente de conocimientos. “Los trasplantaba de un lugar a otro, y no los afincaba en su cabeza; por eso —explica— no podía decir lo que había en sus libros.”

Lo maravilloso es que, por su inteligencia, por su estatura, Johnson, sin permitirse la indulgencia frente a los vicios de carácter de Goldsmith, lo leyó y elogió de manera que difícilmente alguien podría hablar de una persona: “Era un hombre que cualquier cosa que escribiera lo hacía mejor que lo que pudiera hacerlo cualquiera.”

7.2.07

Yoga

El yugo desta puente he sacudido
Por hurtarle a su ocio mi ribera
dice Góngora en un soneto. Es fácil compadecer la desesperación del poeta, pues el puente (el yugo es doble: “yugo: algo que representa la unión entre dos partes”, dice el Oxford English Dictionary; en rigor, entre dos personas: the yoke of marriage”) lo obliga a una vista indeseada.

Pero yugo (de iugum) también es el velo que cubre a los desposados en la misa de velación, así como “carga pesada, prisión o atadura” (DRAE) y, en lo que parece una contradicción, “calma”, en sentido figurado, según la Enciclopedia del idioma (EC).

Iugulum, por su parte, era un término que, como collum, se oponía a cervix (cerviz); de ahí, por ejemplo, la vena yugular. De donde “poner un yugo al cuello”, ¿sería un juego de redundancias?

Dice la EC que yugo es “Ley o dominio superior que sujeta y obliga a obedecer”. Y de aquí, yoga que, como dice Borges, “Es la misma palabra que usamos cuando decimos yugo [...]. Un yugo, una disciplina que el hombre se impone.”
Yoga (voz índica, del sánscrito yoga, unión): Sistema filosófico de la India, para el que el estado de perfección radica en la contemplación, la inmovilidad absoluta, el éxtasis y las prácticas ascéticas. [EC]
Esta definición en cuatro caminos comporta, asimismo, la idea de disciplina que postula Borges: el yugo de perfeccionarse, el yugo de imponerse el camino de la perfección, el yugo de vivir.

31.1.07

Padrón

En un artículo publicado el 30 de abril de 1833 en La revista española, Mariano José de Larra se echa a andar en contra del uso de una frase que, según sus palabras, dilaceraba a su país. Frase, por demás, actual y local: "este país". Concluye que quienes la utilizan están a medio saber: incapaces de reconocer lo que su país ha avanzado, y en tinieblas frente a lo que llegará a ser.
...la frase que forma el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia para los que la oyen y para los que la dicen; así la repiten los vencidos como los vencedores, los que no pueden como los que no queren extrirparla; los propios, en fin, como los extraños.
Aparte de las razones que expone Mariano José de Larra y de las muchas ironías de las que hace uso para reforzarlas, me llama la atención el "padrón de ignominia" que, a propósito de México (iba a decir, "de este país"), ha de convenirse en que tanto la frase como lo que significa están en desuso:

Padrón, de patronus, es la nota pública de infamia o desdoro que queda en la memoria por una mala acción. Dice María Moliner que es la "Nota deshonrosa con que alguien queda señalado. Baldón, deshonra, vergüenza. Cosa que constituye la causa de esa nota; generalmente se usa la expresión padrón de ignominia." Y suele usarse como si se tratara de lo contrario de dechado ("Muestra que se copia para aprender lo que hay en ella" y, acompañada de la preposición de, "ejemplar de una especie que posee en el más alto grado o de la manera más completa las cualidades propias de ella"), aunque la abrumadora Espasa-Calpe, quizá influida por Julio Casares ("Ejemplo y modelo de virtudes y perfecciones, o de vicios y maldades"), la emparenta: "Padrón o dechado. fig. Nota pública de infamia ó desdoro que queda en la memoria por una mala acción."

En La casa de los celos, Cervantes da a padrón el sentido de padre:
Dicen que estas selvas son
donde se hallan de contino,
por cualquier senda o camino,
venturas de admiración,
y que en la mitad o al fin,
o al principio o no sé dónde,
entre unos bosques se esconde
el gran padrón de Merlín,
aquel grande encantador,
que fue su padre el demonio,
aunque parezca, por el verso final, una repetición. ¿O se refiere a la infamia?

Donde padrón acaba de sumergirse en la confusión de los significados es en su acepción relacionada con la arquitectura: "Columna ó pilar donde se pone una inscripción que recuerda un suceso notable."

Y entonces Mariano José de Larra, ¿redunda al calificar de funesto el padrón de ignominia citado?

Dejo en prenda esta inquietud, en tanto canso algunos diccionarios en busca de términos jurídicos donde, creo, podré hallar más luz acerca de esta palabra.

24.1.07

Mal de ojo

Entre las muchas páginas memorables de Padres e hijos, Turguéniev deja este retrato de la madre de Basarov:
Era Arina Vasilievna una verdadera aristócrata rusa de pasados tiempos; había vivido veinte años de la antigua época moscovita. Era muy sugestionable y sensible. Creía en todo lo creíble: en adivinaciones, predicciones, sueños; creía en fantasmas, espectros, vampiros y malos encuentros; en la corrupción, en la medicina popular, en el inminente fin del mundo; creía que si, en Pascua de Resurrección, no se tenían las luces apagadas toda la noche, brotaba muy bien el trigo sarraceno, y que las setas no crecen como ojo humano las vea; creía que al demonio le gustaba estar allí donde hay agua y que todo judío lleva en el pecho una mancha de sangre; teníales miedo a los ratones, culebras, ranas, hormigas y sanguijuelas, al trueno, al agua fría, al aire colado, a los caballos, a los machos cabríos, a las personas pelirrojas y a los gatos negros, y tenía a los grillos y a los perros por animales inmundos; no comía carne de vaca, ni pichones, ni cangrejos, ni queso, ni espárragos, ni alcachofas, ni liebre, ni sandías, porque al partir la sandía, le recordaba la cabeza de San Juan Bautista, y de las ostras, no hablaba sino con horror. Gustábale comer bien y ayunaba severamente; dormía diez horas de un tirón… y no se acostaba en cuanto a Vasili Ivanovich [su marido] le dolía la cabeza, no leía ningún libro, quitando Alexina o la cabaña del bosque; escribía una o a lo más dos cartas al año; pero, en cambio, sabía gobernar muy bien la casa y tenerlo todo a punto, aunque nada tocase con sus manos, y en general, no le gustaba moverse de su sitio.
No me detengo ahora en la precisión narrativa, en la adrede desordenada enumeración, en el trazo perfecto de una madre que, páginas adelante, sufrirá —y uno entiende, conociéndola como ahora, después de esta descripción— con fortaleza y sabiduría que su hijo, luego de tres años de no visitar a sus padres, se marche a los tres días de haber estado con ellos. Me detengo solamente en el hecho de que "creía en todo lo creíble [...]: en la corrupción [порча]..." , una minúscula perla que se le fue a Rafael Cansinos Assens, traductor de la obra, pues порча es mal de ojo (oculus malus),* lo cual concuerda con la suma de eclécticas supersticiones que parecen regir buena parte de la vida de esta mujer.
* El ojo del avaro no se satisface con su suerte, la avaricia seca el alma.
El ojo malo se alampa por el pan, hambriento está en su propia mesa.
se lee en Eclesiástico, 9-10.


17.1.07

Canícula


Procris obtuvo de Minos dos regalos, ambos infalibles, que llevó consigo cuando huyó de su asedio: una flecha y un perro, Lelaps; la primera, para su desgracia, este, para presenciar su muerte, según puede verse en la pintura de Piero di Cosimo.

Llamándolo Canícula, dice Agustín de Rojas Villandrando de Lelaps:
perro que guardó a Europa y con ella vino hasta Minos enfermo, y curólo Procris, mujer de Céfalo, y fuele dado en premio que alcanzase todos los animales; muerta Procris, húbolo Céfalo y vino con él a Tebas, donde había una liebre a quien concedió Júpiter ahuyentar todos los perros; juntándose los dos, matólos y subiólos al cielo. [El viaje entretenido]
De esta manera Lelaps fue catasterizado, es la estrella Sirio, cuya salida heliaca coincide con el "período del año en que es más fuerte el calor" (DRAE).

La estrella se encuentra en la constelación del Can Mayor, y en apego a esa proporción, se le conoce como perrita o canícula.
En ruso, kanikuly significa vacaciones (каникулы).

Piero di Cosimo, La muerte de Procris, óleo sobre madera, c 1500.

9.1.07

Dice Roberto Calasso

en Las bodas de Cadmo y Harmonía que
Entre Eros y Ananque reina una enemistad basada en un oscuro parecido.

Ananque pertenece al mundo de Crono, es su paredra, con él se sienta en el trono polar como Zeus se sienta junto a Hera en el Olimpo. Justo por este motivo Ananque carece de rostro, de la misma manera que no lo tiene su divino esposo. La figura, la móvil figura, se muestra sólo con el mundo que viene después de ellos. […] Entre Ananque y Eros prefieren someterse a Eros, aunque sepan que Eros es una esmaltada cobertura de Ananque. Y cobertura en el sentido literal: el vínculo inflexible de Ananque, que ciñe circularmente el mundo, está cubierto por una faja coloreada, que podemos ver en el cielo como Vía Láctea, o también, en una perfecta miniatura,* en el cuerpo de Afrodita, cuando la diosa viste “su cinturón recamado, variopinto, donde residen todos los encantos: allí está la ternura, el deseo, las palabras susurrantes, la seducción que ha robado el intelecto incluso a aquellos que son de pensamiento firme”. Arrojada como una faja sobre la oscuridad del cielo, esta cinta no manifiesta engaño, sino el esplendor del mundo.* Vestida por Afrodita, se vuelve también un engaño. Pero puede que fuera exactamente esto lo que querían los Olímpicos: que una suave faja de engaño se superpusiera al vínculo inflexible de la necesidad. Así ocurrió que, llegado el tiempo, Zeus derrocó a Crono con el engaño: ahora esa cinta adornaba la cintura de Afrodita. [pp. 95-96]
Amén de la magnitud del simbolismo del cinto que refiere Calasso, no ajeno a la poesía ni a la filosofía, subrayé paredra porque es palabra griega que, avaros, no describen los diccionarios en español. Hallé en la Enciclopedia europea-americana de Espasa-Calpe (Madrid, 1966):
Paredras (DIVINIDADES) Mit. En la religión de los antiguos egipcios sucedía muchas veces que una divinidad principal daba hospitalidad en su templo á otras divinidades que, importantes por sí mismas, formaban su corte y recibían el culto de los fieles, pero cuya presencia no implicaba ninguna idea de sistema. Estas divinidades se llamaban entonces paredras, las theoi synnaoi de los griegos.
En la enciclopedia en línea Parole viva, se dice de paredro o paredra más o menos lo mismo, en referencia a “la religión de los antiguos griegos” y, en su segunda acepción, que, en la antigua Atenas, era un coadjutor. En suma, la palabra significa “el que se sienta al lado” (como en parhelio, la imagen o imágenes del Sol que se reflejan en las nubes, a su lado).

Entiendo, así, que Jorobita —maravilloso personaje de la canción de Cri Cri— es paredra del sultán Baruj Salim, cuyo arduo negocio solemos envidiar.

* Véase, asimismo, la rosca de Reyes, y para mayor abundamiento, Teresa E. Rohde, Tiempo sagrado, Planeta, 1990.

3.1.07

Contra el viento

Septentrio, onis, se lee en el Diccionario manual latino-español Sopena,
Cic[erón] El viento del Norte, septentrión, ábrego.
Pero ábrego, o áfrico, es (Enciclopedia del idioma de Martín Alonso) ˝viento que sopla del África, viento del sudoeste˝. Como el ábrigo, el lebeche y el garbino.

En cambio, septentrión, aquilón y tramontana, palabras latinas, como bóreas, griega, y norte (anglosajona) es viento procedente del norte; cierzo (de ciercus, variante antigua de circius), como mistral (provenzal, a su vez de magistralis, latín), viento noroeste.

27.12.06

El 1 de abril

equivale en otros países a nuestro 28 de diciembre, y los guasones se dedican a hacer toda clase de bromas pesadas a los incautos. En Francia, esta fecha se llama pescado de abril en honor a la macarela que se deja atrapar con facilidad en esta época del año. Parece derivar de un festival hindú llamado Huli, que desde tiempos inmemoriales se ha celebrado el 31 de marzo con toda clase de tomaduras de pelo. En la antigua Roma, el [1 de abril] también se dedicaba a los tontos, las cortes permanecían cerradas y las mujeres se bañaban bajo los mirtos y se ponían las hojas de ese árbol en la cabeza mientras ofrecían sacrificios a Venus.
Pedro Brull, “Atrocidades de la Historia”, Excélsior, Cultura, 31 de marzo de 1985.